Así empezó todo
Todo re-empezó hace un año, con unos boletos redondos CDMX - Toronto que encontré por $4,756 pesos, unos $265 dólares en Aeroméxico. Inmediatamente los vi me emocioné y los compré, para mí y para él obvio.
Proseguí a comprar todo el equipo necesario puesto que las temperaturas en febrero en Toronto pueden llegar a las -20ºC. Chamarra, térmicas, guantes, botas, etc, etc. Todo estaba listo ya... Bueno casi todo. Faltaba el permiso en el trabajo.
Se me hizo muy fácil y ni siquiera reparé en ello. En que mundo cabría que mi jefe no me diera permiso de ausentarme viernes y sábado. ¡Sí! El viaje era solo por un fin de semana.
Una semana antes y con el corazón en la garganta hice la esperada y temida llamada al jefe.
-¿No puedes cambiar las fechas?
-No, los boletos no son reembolsables.
-Mándame un correo solicitando el permiso.
A los quince minutos aparece el correo del jefe. Yo con nervio lo abro: Bla, bla, bla. NO TE PUEDO DAR ESE PERMISO.
Sí, así me quedé. Maldije, me enojé, pensé en renunciar pero al final cupo y pudo más la cordura godín y tuve que acatar. No iría. Terminé regalando los boletos con la única condición de que quien los quisiera pagara el cambio de nombre. Por cierto, escribo "los boletos" por que él, a pesar de no tener inconveniente para ir y ya con boleto pagado; prefirió hacerlo en solidaridad y amor puro.
La semilla viajera estaba ahí. Ya instalada y queriendo germinar, esperando el momento adecuado. Meses más tarde, en septiembre, pude irme de puente a Bogotá, Colombia. Un viaje bastante padre que ya les contaré aquí más a detalle.
Ahora, un año después del fallido viaje a Canadá, tengo boletos (y permiso del jefe) para irme a Europa. Continente que no piso desde hace 10 años. Esta vez andaré en Madrid, Roma, Ciudad del Vaticano, Copenhague y Malmö (En Suecia) y este blog es para contárselos (y contármelo al yo del futuro) paso a paso.
Proseguí a comprar todo el equipo necesario puesto que las temperaturas en febrero en Toronto pueden llegar a las -20ºC. Chamarra, térmicas, guantes, botas, etc, etc. Todo estaba listo ya... Bueno casi todo. Faltaba el permiso en el trabajo.
Se me hizo muy fácil y ni siquiera reparé en ello. En que mundo cabría que mi jefe no me diera permiso de ausentarme viernes y sábado. ¡Sí! El viaje era solo por un fin de semana.
Una semana antes y con el corazón en la garganta hice la esperada y temida llamada al jefe.
-¿No puedes cambiar las fechas?
-No, los boletos no son reembolsables.
-Mándame un correo solicitando el permiso.
A los quince minutos aparece el correo del jefe. Yo con nervio lo abro: Bla, bla, bla. NO TE PUEDO DAR ESE PERMISO.
Sí, así me quedé. Maldije, me enojé, pensé en renunciar pero al final cupo y pudo más la cordura godín y tuve que acatar. No iría. Terminé regalando los boletos con la única condición de que quien los quisiera pagara el cambio de nombre. Por cierto, escribo "los boletos" por que él, a pesar de no tener inconveniente para ir y ya con boleto pagado; prefirió hacerlo en solidaridad y amor puro.
La semilla viajera estaba ahí. Ya instalada y queriendo germinar, esperando el momento adecuado. Meses más tarde, en septiembre, pude irme de puente a Bogotá, Colombia. Un viaje bastante padre que ya les contaré aquí más a detalle.
Ahora, un año después del fallido viaje a Canadá, tengo boletos (y permiso del jefe) para irme a Europa. Continente que no piso desde hace 10 años. Esta vez andaré en Madrid, Roma, Ciudad del Vaticano, Copenhague y Malmö (En Suecia) y este blog es para contárselos (y contármelo al yo del futuro) paso a paso.
El viaje frustrado |
Comentarios
Publicar un comentario